Pedro
entró al banco y buscó a su amiga que siempre le ayudaba a realizar los
trámites sin tener que esperar turno. La vio en la caja 7. Fue hacia allá y su
amiga lo atendió sin problema y, claro, sin pedirle ticket.
Al
momento que él se retiraba, un señor alto y corpulento se acercó donde la
cajera y le lanzó un cheque. Ella, amablemente, le dijo: señor, primero
entrégueme su ticket, por favor.
–¡A mí
también me atiendes sin ticket porque a ese man –decía el señor corpulento,
apuntando con el dedo a Pedro– lo atendiste sin pedirle ticket! ¿¡Qué
crees!? ¿que no te estoy viendo?
–No sé
de qué está hablando señor, por favor, tenga la bondad de retirarse,
¡Seguridad!
–¡No me
llames a seguridad que ellos no me van a cambiar mi cheque, tú me tienes que
cambiar el cheque, de aquí no me muevo hasta que me lo cambies!
Al ver
este problema, Pedro se acercó nuevamente a la caja 7 y le preguntó al señor
corpulento de cuánto era su cheque.
–$25.00
–respondió secamente.
–Y por
eso jode, chiro resabiado, tome $30.00 y váyase.
El
señor corpulento tomó los billetes y se retiró con una leve sonrisa macabra en
el rostro.
Cuando
Pedro salió del banco y se dirigía hacia su auto, recibió un fuerte golpe que
lo tumbó al piso.
–Dame
los $2,000.00 y lárgate, sabido hijueputa –manifestó el señor alto y
corpulento.
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