Gracias Mamá


–¡Agáchate carajo! –le gritaba su papá mientras alzaba la correa con el brazo derecho– ¡Quédate quieta muchacha de mierda! –continuaba gritando, al mismo tiempo que la golpeaba–. Ya eres bruta y si dejas de ir a trabajar donde la señora Gladys, te quedarás estúpida y chira para toda la vida.
–¿Así como tú? –contestó Carmen con una voz leve.

Sabía que había tocado la llaga que más le dolía a su padre.
–¡Maldita hija de…! –las manos de su progenitor apretaban su fino cuello como si fuese una esponja. Lo único que quería en ese momento era ir hasta el cementerio, pararse frente a la tumba de su madre y decirle: gracias mamá por nunca enseñarme a ser una empleada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores