Palabras que matan


Eliot se encontraba arrodillado con las manos atadas en la espalda. Era de noche, llovía intensamente y el barco navegaba hacia ningún rumbo.

El comandante lo apuntaba con un revolver, mientras vociferaba:
–Maldito espía, haré que te desangres para lanzarte al mar y que los tiburones te hagan pedazos.

Eliot sólo mostraba una leve risa, pero al rato dijo:
–Qué gran hombre eres, golpeando a una persona atada.
–Cierra la boca, imbécil. –Dijo el comandante, al mismo tiempo que le pegaba con el revolver.
–Eres tan valiente, que dependes de un arma para ser hombre. Por qué no me desatas y vemos quién golpea a quién; si de todas formas he de morir, haz que ese sea mi último deseo.
–No me vengas con pendejadas, voy a meterte un tiro por el culo para acabar con esto.
–Guao, que bestia, eres un verdadero hombre, eres un gran comandante, ¿te sientes muy poderoso? ¿no es cierto? Pero en realidad eres una basura que sin pistola, no vales nada. Mira como tus subordinados se te ríen.

El comandante se encontraba extremadamente furioso, tenía las venas de la frente apunto de explotar. Sus subordinados trataron de ocultar las risas, pero fue en vano. En ese instante, el comandante cargó su pistola y disparó. De uno en uno, sus subordinados fueron cayendo al piso, los 6 oficiales terminaron alrededor de Eliot, muertos.

–Ahora no tengo que probarle nada a nadie. –Afirmó el comandante, con un tono de voz que declaraba victoria.
–Pero tu conciencia, ella sabe que siempre fuiste y siempre serás una basura que depende de un revolver para hacerse respetar. –Le dijo Eliot, revelando una perversa sonrisa.
–¡A la mierda mi conciencia!
El comandante levantó el arma, apuntó a su cabeza y jaló el gatillo.

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