El significado de ser una madre trabajadora



Levantarse cuando el sol aún no aparece. Despertar a los niños y cambiarlos. Prepararles el desayuno. Cuidar de que no se vayan a ensuciar. Subir y buscar el uniforme del trabajo, vestirse y maquillarse en cinco minutos, comer algo durante el camino que se recorre para llevarlos a la escuela. Dirigirse rápidamente a la oficina, no sin antes pasar por un tráfico intolerable; es sólo el comienzo de lo que vive día a día una madre trabajadora.

Estas mujeres –que llevan la palabra Luchadora marcada en el alma– se desviven diariamente por hacer que sus hijos tengan una excelente educación, gocen de buena salud y no les falte nada.

No es fácil combinar la maternidad con el trabajo, a pesar de que son cosas muy diferentes, ambas necesitan de toda la predisposición y dedicación por parte de la persona; por eso, es impresionante cómo una madre trabajadora logra planificar su agenda, creando así un equilibrio casi perfecto en su vida.

Utiliza su hora de almuerzo para recoger a los niños en la escuela y llevarlos a casa. Soportando una ola de tristeza, ya que, con un nudo en la garganta, tiene que despedirse de ellos para regresar al trabajo. Incluso hay casos en que, luego de la jornada laboral, con el cansancio pintándose en el rostro, una madre debe dirigirse hacia la universidad para culminar sus estudios.

Es cierto que convertirse en madre trae sus momentos de dificultad; puedes pasarte noches enteras sin dormir, levantarte incontables veces durante la madrugada por los gritos de tu hijo, que asustado va llamándote: “¡ma! ¡mami!” O también puedes sentirte agotada por correr de un lado al otro, debido a que tu pequeño está aprendiendo a andar en bicicleta sin las rueditas traseras.

Pero de la misma manera, ese sacrificio viene acompañado de sus grandes recompensas que se reflejan en la sonrisa de tu hijo. En su alegría por ir rápidamente a abrazarte cuando regresas a casa. En su carta escrita con esa particular caligrafía de niño o en el obsequio que hizo en la escuela con abundantes detalles; y tú, muy orgullosa y feliz, lo colocas en tu escritorio para nunca dejar de pensar en él.

Ser madre es un regalo, pero volverse madre trabajadora es un sentimiento de total entrega. Es un acto de pensar más en los hijos que en uno mismo. Es aprender a realizar todo con una sola mano. A triplicar el esfuerzo. Es brindar todo tu amor sin pedir nada a cambio.

Quizás hayan ocasiones en que te quejes por el ajetreado ritmo que conlleva criar a tus niños, incluso puedes llegar a pensar que no tienes vida, pero de pronto tu corazón se manifiesta, y te das cuenta que es imposible pasar un sólo día sin ellos. Vuelves a recordar que tu vida son tus hijos.

Llegará el momento en que, a pesar de ser una persona ya grande, continuarás viendo a tu hijo como un pequeño niño, y no te importará invertir todo tu tiempo en aconsejarlo y ayudarle cuando vaya en busca de tu apoyo, porque siempre serás su mamá, y él siempre será tu motivación. Tu orgullo. El significado de todos tus esfuerzos.

Cuando ese momento llegue, y lo veas enfrentándose a la vida por sí solo, sabrás que hiciste un buen trabajo como madre, pero al mismo tiempo, querrás dar todo por volver a cargarlo una vez más entre tus brazos.

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